Daniel Barenboim inicia hoy, con las "Variaciones Diabelli", de
Beethoven, una serie de transmisiones en streaming desde la Pierre
Boulez Saal de Berlín, la ciudad en la que cumple la cuarentena
-En la presentación, usted menciona que en sus piezas tardías
Beethoven estaba cada vez más aislado del mundo. Sin embargo, hay sobre
todo en las
Diabelli
muchos pasajes auténticamente humorísticos. ¿Usted también los encuentra?
-Sí, absolutamente. Lo que pasa es que la biografía de un
compositor, que puede ser muy interesante, no es el instrumento para
interpretar su obra. El propio Beethoven, en uno de sus peores períodos,
cuando pensaba en suicidarse ye escribió el Testamento de
Heiligenstadt, escribió también una de las obras más abiertas y con
mucho humor, como la
Segunda sinfonía
.
-La relación entre las
Diabelli
y el último movimiento de la
Sonata n°32 opus 111
parece muy a mano. No solamente por la coincidencia cronológica ni por
el principio de la variación sino también por los vuelcos abruptos de
esas variaciones. ¿Pertenecen al mismo ámbito?
-No. Mire, las
Variaciones Diabelli
son un universo en sí mismo, una antología de la música. Cuando uno
mira las últimas variaciones. la variación 31, por ejemplo, que podría
formar parte de las
Variaciones Goldberg
, de Bach, con esa dimensión de las variaciones lentas de la
Goldberg
; después viene la fuga, que podría ser una fuga de Händel, y en la
última variación estamos en un minuetto de Haydn o Mozart. Son como 200
años de música.
-Una
summa
.
-Una
summa
, sí. Y una colección. Por otro lado, esto es algo que yo veo de la
siguiente manera: hay que estructurar las variaciones. Uno no puede
tocar simplemente las 33 variaciones una detrás de la otra. Así,
entonces, está el tema y las primeras diez variaciones, casi como un
primer movimiento. Habría que pensar la obra como en tres movimientos y
una coda. Estoy muy contento de volver a tocar las
Diabelli
.
-A propósito del
streaming
en la Boulez Saal, ¿cuánto cambian las condiciones de ejecución entre la sala vacía y la sala llena?
-El público hace falta. No es lo mismo tocar con la sala
vacía que tocar para el público. Lo único que no se extraña son las
toses... Antes era solamente en invierno; ahora es en otoño, en verano,
cuando quiera. Al margen de la broma, lo que quiero decir es que no me
veo en los años que vengan tocando solo para
streaming
.
-¿Qué es lo que vuelve insustituible la situación de concierto?
-No es proyectar al público. La gente piensa que el
artista en el escenario tiene que "proyectar". No. Tiene que tener
personalidad. En lugar de proyectar hasta la fila 27, es mucho más
interesante y da mucho más placer tratar de imaginarse que se puede
traer a la gente de la fila 27 al escenario, al lado de uno.
-¿En qué incide la presencia del público?
-Cuando está el público es otra cosa. Arthur Rubinstein
contaba siempre que a él le encantaba estudiar en su cuarto de hotel
cuando viajaba. Se levantaba, pedía el desayuno y empezaba a tocar. Pero
cuando llegaba el mozo con el desayuno, él dejaba de tocar
inmediatamente, porque se daba cuenta de que ya estaba tocando para el
mozo. No podía estudiar como él quería si ya había por lo menos una
persona. Es muy distinto tocar solo que tocar para alguien.
Entrevistado por Pablo Gianera, La Nación del 10 de abril
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