"PARA SUBIR A LA CUMBRE DE LA MONTAÑA SE NECESITA SER VALIENTE, MIENTRAS QUE PARA ESTAR A LA ORILAL DEL MAR NO HAY QUE MOLESTARSE; TAN SOLO SENTARSE MUY DESCANSADO.
PERO CONOZCO LA MIRADA CON QUE SE RECMPENSA A UNO Y A OTRO.
LOS QUE VAN SALTANDO DE CUMBRE EN CUMBRE , TIENEN LOS OJOS SEGUROS, FELICES, SATURADOS DE UN ESPÍRITU AUDAZ DISPUESTO PARA LAS LUCHAS POR LA VIDA; EN CAMBIO, POR LA INMENSIDAD DEL MAR, QUE MECE SUS OLAS CON ESE MÍSTICO Y DESFALLECIDO FATALISMO, VAGA Y SUEÑA CON LA MIRADA MORTECINA DE LOS DESESPERADOS Y DE LOS QUE CON FRECUENCIA HAN PROFUNDIZADO EN LAS TRISTES EXPERIENCIAS...
¡SALUD Y ENFERMEDAD! HE AQUÍ LA DIFERENCIA."
Thomas Mann, "Los Buddenbrook", Décima parte, Capítulo VI
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