"...LAS HERMANAS GERHARDT...COGIDAS DE LA MANO, SE HABÍAN REFUGIADO EN UN RINCÓN, ASISTIENDO A LA CEREMONIA CON OJOS RADIANTES, GOZOSOS DE LA SUERTE QUE TUVO SU AMIGA AL MORIR; SUERTE QUE NO LE ENVIDIABAN PORQUE NO CABÍA EN SUS CORAZONES LA ENVIDIA, NI LA MALQUERENCIA"
Thomas Mann, "Los Buddenbrook", Novena parte, Capítulo III
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