"La señora Permaneder cantó con labios temblorosos, ya que es muy cierto que el corazón que más se conmueve es aquel que dejó tras de sí una agitada vida y puede volver los ojos, en los instantes de paz, a las horas solemnes que ya pasaron..."
Thomas Mann, "Los Buddenbrook", Octava parte, Capítulo VIII
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