El outsider colérico que venía a romper todo se ha trocado por ahora en un neomenemista de la realpolitik, y lo que ha perdido por un lado lo ha ganado por el otro, aunque no sabemos cuánto aguantará la máscara y cómo seguirá la película.
La tensión entre un “modelo financiero y extractivo primarizado” y un “modelo productivo competitivo”, y no la combinación astuta de ambos, pone los pelos de punta de quienes vivieron en carne propia los olvidos y secuelas de la convertibilidad.
Funciona aquí para muchos la memoria emotiva; cualquier veterano reconoce con alarma y dolor algunos momentos de anestesia colectiva: la “plata dulce”, el “deme dos” y el festival de las importaciones chinas, que luego trajeron problemas abismales en la economía y una destrucción irreparable del tejido laboral.
Las lecciones desaprendidas son una especialidad de los argentinos. El Milei II se definirá, en gran parte, por cuánta flexibilidad e inteligencia les imprima a estos temas un darwinista de mercado seguido por “chicos bien” afectos a la venganza jocosa y a la contabilidad creativa, y proclives a ser “patriotas” únicamente con la patria financiera.
Está en juego ni más ni menos que romper el viejo axioma según el cual segundas partes nunca fueron buenas.
Tal vez Javier Milei, que tanto logró, consiga también esta proeza.
JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ, LA NACIÓN, HOY
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