Para algunos, una de las tres b, junto con Bach y Beethoven, del cànon de la mùsica clàsica.
Para otros,
"Pero no sólo los amantes de Tristán e Isolda emprendían la campaña antibrahms sino también compositores de otras tendencias románticas que lo veían demasiado recalcitrante, austero de emociones y muy vetusto. Desde Rusia soplaban vientos de intolerancia. Chaikovski se refirió a él como "un bastardo sin talento". Anton Rubinstein no le encontraba ningún costado interesante: "Para el salón no es lo bastante gracioso, ni lo bastante exaltado para la sala de concierto, ni lo bastante primitivo para el campo ni lo bastante cultivado para la ciudad". Con todo, fue un crítico bostoniano quien mostró la peor cizaña. En la inauguración de una nueva sala sinfónica en la ciudad, propuso que en una puerta de emergencia se colocara un cartel que dijera: "Salida de urgencia en caso de Brahms". (Pablo Kohan, La Naciòn de hoy.-)
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