Cuando las encuestas reemplazan las ideas, cuando los focus groups sustituyen el pensamiento, hemos reducido la política a un mercado en el que da lo mismo vender candidatos a gobernantes que latas de tomate. Cuando las boletas electorales son el equivalente a las góndolas de supermercado, algo no funciona bien.
Las reglas del marketing político ponen la demanda electoral en el altar del sistema: sólo hay que consultarle al electorado qué quiere y allí orientar la oferta electoral. En una competencia por satisfacer a la opinión pública, lo central es detectar qué quiere el ciudadano y simular propuestas electorales vacías de contenido.
Resulta evidente que una sociedad madura y progresa cuando sus dirigentes aspiran a ser estadistas y no meros operadores que hacen seguidismo de sondeos. Esto es, cuando sus gobernantes piensan, debaten y actúan con miras al interés permanente de la Nación y no sólo para responder a la última encuesta de la mañana.
La política reemplazada por la cultura encuestológica y el abandono de los valores en el altar del pragmatismo y del marketing vacían de contenidos el debate y son el mayor síntoma de una preocupante decadencia.
Mariano Caucino | LA NACION de hoy.-
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