Aunque el primer ministro se hizo muy popular al prometer cambios en la desacreditada clase política y en la embotada economía, sus planes han encontrado una férrea oposición por los intereses creados de grupos como los funcionarios italianos y sus sindicatos.
En consecuencia, siete años después del inicio de la crisis financiera, Italia ha aplicado muy pocas de las reformas económicas "urgentes" que el Banco Central Europeo pidió hace tres años.
Entre ellas estaba la aprobación de nuevas leyes laborales que facilitaran la contratación y el despido de trabajadores, la remodelación de la lenta burocracia y la liberalización de profesiones cerradas como la de notario o taxista.
Por ello, algunos economistas predicen que la economía de Italia se estancará durante años.
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