domingo, 12 de enero de 2014

El peronismo, el ejército y la política, algo que nunca terminó bien para sus impulsores

Durante el segundo peronismo (1973-1976), dos oficiales máximos del ejército involucraron al arma en actividades políticas.

Jorge Carcagno, designado por el presidente Héctor Cámpora al frente del arma, la involucró en la llamada "Operación Dorrego", que buscaba estrechar lazos entre el ejército y la dirigencia juvenil peronista, que durante la asunción presidencial, y refiriéndose a los militares que habían gobernado desde 1966, cantaban "Se van, se van, y nunca volverán"

A poco de asumir su tercera presidencia, Perón pasó a retiro a Carcagno y lo sustituyó por un militar "profesional" , el general Leandro Anaya.

Fallecido Perón, y durante el gobierno de su esposa Isabel Martínez de Perón, en mayo de 1975 el general Anaya fue reemplazado por Alberto Numa Laplane al que se lo vinculaba con el ministro de Bienestar Social y "hombre fuerte" del gobierno José López Rega.

Al contrario de  su antecesor, Laplane desarrolló la doctrina del "profesionalismo integrado" o sea "integrar" al ejército a todas las fases del quehacer nacional.

Tres meses después, luego de un discurso durante el sepelio del coronel Larrabure, muerto en cautiverio subversivo, durante el que se refirió a su doctrina, hecho que enfureció a la mayoría de sus subordinados, fue pasado a retiro por el gobierno.

El nuevo Jefe de estado Mayor del Ejército, César Milani, con su pretensión de incorporar al ejército a la política, parece intentar escribir un nuevo capítulo en esta materia.

¿Lo logrará, o terminará como sus antecesores?

  

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