"...Alemania (debe aceptar) una inflación más alta y pérdidas bancarias explícitas, lo que supone que los alemanes son capaces de adoptar un discurso diferente sobre la naturaleza de la crisis. Y eso significa que los líderes alemanes deben describir la crisis no como una pieza de teatro que ensalza la moral y las costumbres en la que se enfrentan los europeos del Sur, holgazanes y despilfarradores, con los ciudadanos del Norte, sumamente trabajadores y frugales, sino como una crisis de interdependencia en una unión económica (y política naciente).
Los alemanes deben desempeñar un papel tan grande en la resolución de la crisis como el que ejercieron a la hora de instigarla.
Francia, muy probablemente, también desempeñe un papel crítico. Es un país lo suficientemente grande como para que, si ofrece su pleno respaldo a los países periféricos, Alemania quede aislada y necesite responder.
Pero, hasta el momento, Francia sigue ansiosa por despegarse de los países del Sur, para evitar que la arrastren a la ruina en los mercados financieros.
En definitiva, una unión económica europea factible no requiere de una mayor homogeneidad estructural ni de una convergencia institucional (especialmente en los mercados laborales) entre sus miembros.
De manera que el argumento alemán contiene un núcleo de validez: en el largo plazo, los países de la UE tienen que parecerse más entre sí si quieren convivir en la misma casa.
Pero la eurozona enfrenta un problema de corto plazo que es mucho más keynesiano en su naturaleza y para el cual los remedios estructurales de más largo plazo son, en el mejor de los casos, ineficientes y, en el peor, perjudiciales.
Un énfasis excesivo en los problemas estructurales, a expensas de las políticas keynesianas, hará que el largo plazo sea inalcanzable y, por ende, irrelevante."
DANI RODRIK, PROESOR DE ECONOMÍA POLÍTICA INTERNACIONAL, UNIVERSIDAD DE HARVARD, LA NACIÓN DEL 23 DE JUNIO.-
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