"Inició su colección de arte en 1933. La hizo colocar en Carinhall.
Enseguida se rodeó de regalos que recibía tanto de empresarios, entre ellos el tabacalero Philipp Reemtsma, como de directivos de compañías químicas y automotrices, de subordinados y hasta del mismo Hitler.
Al comienzo adquirió sus cuadros en el mercado del arte y los remates. Allí conoció al comerciante Walter Andreas Hofer, que le facilitó su entrada en la rica colección del coleccionista judío Fritz Guggenheim. El experto Hans Posse fue, luego, su principal asesor.
De inmediato Goering evidenció una ansiedad devoradora, febril y enfermiza por quedarse con todo lo que encontrara a su paso. Apeló a todos los resortes del poder para quedarse, por ejemplo, con la pintura Diana cazando ciervos , de Rubens, con obras de Pieter Brueghel el joven, y con esculturas en madera medievales.
Viajó en varias oportunidades a París y se incautó de importantes colecciones de millonarios judíos que habían podido escapar.
Contó con el colaboracionismo de galeristas y funcionarios franceses, que le conseguían lo que pedía.
También colaboraron con la colección de Goering galeristas judíos, tanto en Francia como en Holanda, chantajeados, para poder conseguir su libertad y salvar sus vidas. Goering cumplió. Casi todos esos operadores consiguieron sobrevivir.
Con el desmoronamiento del nazismo, las mansiones del mariscal fueron robadas por vecinos y por oficiales norteamericanos y soviéticos. Goering había ocultado gran parte de las piezas de su colección (850 cuadros, muchas esculturas y 80 tapices antiguos) en distintos sitios. Algunas, enterradas. Sin embargo, gracias a los testimonios y delaciones de sus ex colaboradores, fueron encontradas. Varias obras fueron devueltas a sus propietarios y otras, archivadas (hoy son muchos los que siguen reclamando su propiedad). El resto desapareció para siempre"
Daniel Muchnik, La Nación de ayer.-
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