"A juicio de esta gente, se ponía en ridículo el hombre que se enamoraba perdidamente y sin esperanzas de una soltera o de una viuda; pero perseguir a una mujer casada con el propósito de seducirla, se consideraba allí como algo bello y grandioso que en modo alguno podía ser ridículo"
León Tolstoi, Ana Karenina, Parte Segunda, capítulo IV
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