"...la primera potencia africana es también el país que tiene el mayor coeficiente Gini del mundo, que mide la desigualdad económica de una sociedad. Según datos del Banco Mundial, la población negra, que constituye el 78% de sus 50 millones de habitantes, acumula el 28% de los ingresos, mientras que el 9% de la minoría de origen europeo posee el 61% de la riqueza. En cierto modo, la pobreza y la creciente brecha socio-económica reemplazaron la lucha racial por una lucha de clases.
Por otro lado, pese al fin del apartheid , las distintas razas viven juntas, pero sin mezclarse y esa unión social parece lejana. Ya no porque la ley lo imponga, sino porque lo determinan las costumbres.
Esas tensiones sociales a menudo desembocan en una violencia atroz, calcada a la de aquel régimen que sometió brutalmente a la población negra durante cuatro décadas.
Y es que la historia de Sudáfrica es una historia intrínsecamente violenta, que en la actualidad se evidencia con una tasa de criminalidad 4,5 veces mayor a la de la media mundial, con 42 asesinatos diarios y la violación de una mujer cada 17 segundos, según datos de 2012.
A este contexto de violencia siempre latente y vertiginosa desigualdad social se suman otros problemas no menores, como una población de 5,6 millones de adultos infectados con VIH y un estancamiento demográfico por el efecto de la pandemia. Aunque cueste creerlo en el estado más próspero de África la esperanza de vida, en pleno siglo XXI, apenas supera los 50 años.
A nivel político, en tanto, la corrupción endémica parece no tener límites y salpica casi a diario a algún funcionario del poderoso y gobernante Congreso Nacional Africano, que encabeza el presidente Jacob Zuma, acaso el más controvertido de los herederos de Mandela..."
Adriana Riva | LA NACION de hoy.-
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