A quien recorre los bucólicos paisajes de la verde Normandía -llueve 200 días al año- con sus verdes y onduladas colinas ora sembradas, ora con animales pastando, le cuesta imaginar que en esa geografía se haya desarrollado la mayor invasión por mar en la historia militar.
De pronto, en la lejanía se alza majestuosa la abadía benedictina, que casi dobla la altura del monte sobre el que está emplazada.
Según la tradición oral, el arcángel Miguel se le apareció al obispo de Avranches -población cercana- en 708 y le ordenó construír un santuario en su honor en una isla cercana. El cráneo del obispo, presuntamente perforado por el toque del arcángel, se conserva en la iglesia del pueblo, como una preciada reliquia.
San Miguel, jefe de la milicia celestial, y quien conducirá a los muertos y examinará las almas el día del Juicio Final -por ello está representado a menudo con una espada y una balanza- era venerado en toda Europa, aumentando este sentimiento a partir del siglo XI, multiplicándose en consecuencia las iglesias en su honor, con frecuencia coronando cimas o promontorios.
Un siglo antes, los benedictinos se instalaron en el monte, al tiempo que se iba desarrollando un pueblo, más abajo.
Fue después de la Guerra_de_los_Cien_Años que la devoción popular francesa por el santo tomó la dimensión casi de una causa nacional, debido a que las murallas y fortificaciones de la abadía resistieron todos los ataques ingleses.
Es un monumento único: dada la forma de pirámide del monte, sus constructores dispusieron los edificios en torno al peñasco. La iglesia abacial, de 152 metros de altura, edificada en las primeras décadas del año 1000, está situada en la cima a ochenta metros sobre el mar, sobre una plataforma en forma de cruz de ochenta metros de largo, capaz de soportar su peso.
Siguiendo la concepción del mundo reinante en la época, el conjunto fue construído en capas: las murallas representan lo militar, el pueblo, en medio, la sociedad civil, y reafirmado la supremacía de los divino, la abadía en la cima.
Durante la Revolución Francesa, disuelta la comunidad religiosa, fue prisión, convirtiéndose en monumento histórico, casi cien años después, siendo objeto desde entonces de grandes restauraciones.
Una estatua del arcángel, que remata el campanario fue agregada a fines del siglo XIX.
Pero su originalidad no está solo dada por su arquitectura, sino también por su entorno..
La amplitud de la marea es una de las más grandes del mundo: 15 metros, entre la baja y la alta; cuando sube, recorre distancias de hasta 24 kmtrs. a una velocidad de 30 por hora.
En la Edad Media, era un lugar de peregrinación tan sagrado como Roma o Jerusalén, siendo vista como una representación e la Ciudad Santa en la tierra, imágen del paraíso.
Muchos lo siguen viendo así, todavía...
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