El pensamiento de las Luces está en la base de nuestra modernidad; puede ser útil recordar que no se reduce a una exigencia única, sino que preserva la complejidad del mundo. Decimos, por ejemplo, que el Iluminismo es racionalista porque impone el reino de la razón, olvidando que hace sus análisis impulsado por las pasiones humanas e incluso en los márgenes de la normalidad (El sueño de la razón produce monstruos, decía Goya, el gran pintor de las Luces). Decimos que el Iluminismo afirma la doctrina del progreso, aunque Jean-Jacques Rousseau, su más grande representante en Francia, más bien veía la historia humana como una degradación, o más exactamente, como un movimiento necesariamente ambivalente, donde cada progreso se paga con una regresión. Decimos que las Luces impusieron la idea de una civilización única, encarnada por los países europeos, pero al mismo tiempo es este pensamiento el que supo hacer lugar a la pluralidad de culturas. Ese pluralismo del pensamiento es, tal vez, la más preciosa herencia del Siglo de las Luces.
Entrevistado Por Diana Fernandez Irusta | LA NACION Revista del 6 de abril.-
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