Roma se convirtió en una ciudad a la que uno solamente va de vacaciones. ¿Y qué hace uno mientras permanece allí? Espera el momento en que terminen esas vacaciones para volver a la vida verdadera, la de todos los días. Lo único que distingue a Roma de otras ciudades es la sensación, al estar allí, de que las vacaciones quizá no terminen jamás.
Fuera de toda duda, Roma es una ciudad bella. Y la belleza de Roma, a la vez, está un poco escondida.
Me pasó varias veces ser testigo de estas fiestas en las que aparecen desde el cardenal hasta la prostituta y que entregan una pintura extraña y a la vez divertida de lo que es Roma, con esa capacidad innata que tiene la ciudad de juntar a todos y hacer que convivan alegremente, sin preocuparse por nada.
Entrevistado por Marcelo Stiletano | LA NACION de hoy.-
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