"Laure Heyman había sido una de las cortesanas más solicitadas...Cuando hubo hecho fortuna, se retiró y pudo dedicarse a la escultura, para la que poseía un talento notable. Habia conocido a un Marcel muy jóven, y le había hecho un busto, de lo que el guardaba un gran recuerdo y sentía cierto orgullo.
La iba a ver con tanta frecuencia como su estado de salud se lo permitía, y en el campo de sus admiraciones estaba muy por encima de Emilienne d´Alencon y casi incluso de la deslumbrante Liane de Pougy, que según la expresión de un hombre de espíritu de entonces habían contribuído las dos de modo tan poderoso "al esplendor y la grandeza de la prostitución francesa"
René Peter, "Una temporada con Marcel Proust", capítulo 10
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