¿Es tan perfecto nuestro sistema universitario que plantearse si no valdrían la pena cambios y mejoras resulta una osadía casi criminal?
Tiene sentido insistir en la apariencia del ingreso irrestricto cuando sólo el 35% de los ingresantes lo aprueba en tiempo y forma?
¿Tiene sentido machacar en la apariencia de la universidad pública abierta a todos los sectores cuando sólo se gradúa el 1% de los estudiantes que están en el 20% más pobre de la Argentina, contra un promedio de graduación del 10%?
¿Tiene sentido naturalizar el hecho de que el 44% de los estudiantes de universidades públicas no aprueban más de una materia por año?
LUCIANA VÁZQUEZ, LA NACIÓN DE HOY.-
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