viernes, 16 de enero de 2015

¿Y SI POLLOCK NO FUE EL PRIMERO?

¿Y si el arte moderno de Estados Unidos no amaneció exactamente en Long Island con Jackson Pollock? Estas preguntas podrían dar la vuelta hoy mismo a Montevideo...con...la muestra Un mirar habitado en el Museo Nacional de Artes Visuales. La mayor reunión de obras de Carlos Federico Sáez desde su muerte en 1901.

Ninguna historia del arte ha puesto estas preguntas en consideración, pues de Sáez se sabe que fue un artista uruguayo que murió demasiado joven a los veintidós y dejó un álbum de retratos figurativos asombrosos.

Estas preguntas simplemente no se han hecho antes porque la obra que las trae ahora mismo al escritorio de Enrique Aguerre, director del MNAV y factótum de esta muestra, no fue considerada precisamente una obra de arte sino hasta este montaje. Se trata de un biombo, cuyos caprichosos laberintos de color pudieron ser vistos como un exotismo oriental entre todos los que adornaban el atelier de Vía Margutta donde Sáez retrató sin parar el mundo social que lo rodeaba en ésa, su segunda etapa en Roma, cuando formaba parte de la legación uruguaya en Italia.

Sáez usaba el biombo como fondo para sus retratos, nunca lo pensó como una pintura, ya que incluso habiendo extremado su condición de manchista (machiaiolli) uruguayo hubiera llegado a tal conclusión.

Pero quienes pasaban por Vía Margutta quedaban acaso asombrados con esa ¿abstracción? (ni siquiera podían pensarlo así).

Entre la documentación de la muestra se destaca el testimonio del embajador uruguayo en Italia, Daniel Muñoz, quien le escribe (01-01-1901) a un amigo en Montevideo: "[...] Recuerdo que una mañana, mientras pintaba Sáez mi retrato, entró al estudio el reputado artista Sánchez Barbudo, y [?] le llamó la atención un biombo curiosísimo por la mezcla abigarrada de sus colores chillones y sus dibujos extraños. [?]

Al interesarse por su origen Sáez se echó a reír y le explicó que lo había hecho él mismo derramando pintura líquida sobre el papel y soplando encima. [?] Tomó una hoja de dibujo, la puso en el suelo, derramó pintura de esmalte roja, verde, azul, amarilla; se puso de rodillas y sopló con fuerza sobre los colores.

En un minuto quedó la hoja pintada como nadie hubiera podido hacerlo con pinceles, formando jaspes y mármoles rarísimos, el rojo veteado de azul, el verde estriado de rojo, el azul serpeado de amarillo y verde, revueltas todas las tintas a capricho, y de aquella orgía desenfrenada de color se servía Sáez para fondo de sus estudios de cabeza [?]".
 
 
 
El biombo que confirma la intención abstracta del retratista. Foto: MNAVM gentileza. Fernado Farina, adn cultura la nación del 9 de enero.-
 

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