Desde mi infancia tengo recuerdos de la línea C (Costa Armatori)
Un tío abuelo mío regresó a su Italia natal en el legendario Federico C; un muy querido amigo hizo su viaje de egresados del secundario a Europa embarcado en el Enrico C y mis abuelos, en su segundo y último viaje a Italia, navegaron en el Eugenio C .
Subí a todos ellos como visitante, ¡era una verdadera fiesta!, y aún recuerdo la emoción de mi madre italiana, cuando, las naves, al salir del puerto de Buenos Aires al anochecer y en medio del sonar de las sirenas, iluminaban todos los puentes con los colores de la bianca, rosso e verde.
Todos ellos, al regresar, hablaron maravillas de la forma en que fueron atendidos durante las travesías.
De grande, hice dos cruceros con ellos.
Las observaciones que voy a formular son anecdóticas, frente a lo ocurrido con el Costa Concordia, pero sin embargo, creo que son representativas de la manera en que la compañía se comporta con sus pasajeros.
Para lograr que los viajeros reserven sus excursiones en el momento mismo en que abordan la nave, se organiza un concurso, con un premio a ser sorteado entre todos aquellos que lo hagan hasta una determinada hora.
En ninguno de los dos viajes se anunció en la gacetilla diaria el nombre del ganador del concurso...
Al terminar el crucero, el coordinador -hay uno por cada una de las lenguas que hablan los pasajeros- nos entregó la encuesta de calidad de atención, no anónima, indicándonos -en ambos viajes, siendo coordinadores distintos- que Costa consideraba inaceptable una calificación por debajo de determinado nivel, la que, de consignarse, pondría en riesgo los empleos de la tripulación y el suyo. Obviamente, ante tales instrucciones, desistí en ambos casos de completar el formulario, pese a que también había un premio, tanto más difícil de comprobar su entrega, debido a que la encuesta se depositaba en las urnas el día de la llegada a puerto...
La disparidad entre mis lejanos y recientes recuerdos, y la catástrofe frente a la Isla de Giglio, tal vez tengan que ver con que antes la Línea C era una naviera italiana, con toda una honrosa tradición marinera.
Hoy, como lo señala La Nación, el Costa Concordia -al igual que los dos barcos en que viajé- es una "versión flotante de un hotel de Las Vegas"...
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