El libro "La Viena de Wittgeinstein" de Allan Janik y Stephen Toulmin, Taurus, 1998, nos ofrece varias lecturas posibles.
Una de ellas, desde la historia cultural o desde la historia de las ideas, nos pone en contacto con la Mitteleuropa.
Otro abordaje, desde la historia política, nos permite seguir secuencialmente una serie de hechos que comenzaron a desarrollarse en Viena a partir de 1866, los que acumulados, terminaron al cabo de casi cincuenta años con la monarquía de los Habsburgo, y lo que es más importante en mi opinión, esa secuencialidad va a repetirse casi como un calco durante la corta vida de la República de Weimar, la que no había sido para Hobsbawn otra cosa que "El Imperio derrotado sin el Káiser", llevándola en solo quince años desde su esperanzadora constitución hasta su trágico fin.
Me detendré en este último.
Una derrota traumática en una guerra, la crisis económica, la exacerbación del sentimiento nacional, el rechazo a los judíos, así como al cosmopolitismo cultural y al liberalismo, tanto político como económico constituyeron los rasgos caracterísitcos de la Viena de Francisco José y del Berlín de la República de Weimar.
Este proceso comienza en Austria con la derrota militar sufrida a manos de los prusianos en Sadowa, en 1866, hecho que conmovió los cimientos de la monarquía dual, poniendo fin a las pretensiones que los Habsburgo habían tenido siempre acerca de su papel hegemónico en el mundo de habla alemana y especialmente en el centro de Europa. La contundencia y rapidez con que la maquinaria bélica prusiana del conde Moltke despachó al ejército de Francisco José, puso en evodencia que el Imperio Austro-Húngaro era ya un anacronismo, conviertiéndose a partir de ese momento en una potencia de segundo orden, que acompañaría dócilmente de ahí en más las decisiones políticas que se tomaban en Berlín, alejándose cada vez más de aquel vasto imperio que se extendía desde el valle del Pó hasta los Cárpatos, creado trescientos años antes para proteger a Europa de los turcos.
A partir de esa derrota traumática, Francisco José inicia un proceso de "abolición de la historia" o sea se niega a aceptar los cambios políticos y sociales que se presentaban como inevitables y a cambio, Viena le ofrece al mundo el vals "Danubio Azul", compuesto por Johann Strauss solo unas pocas semanas después del revés militar.
Siete años más tarde, en 1873, se produce la desastrosa caída y bancarrota del Mercado de Valores, fecha que desde entonces los austríacos llamarían "el viernes negro", lo que dio comienzo a veintitrés años de depresión económica y además incrementó las ideas antisemitas, lo que llevó en 1884 a una airada reacción contra la concesión a la banca Rothschild de una importante línea ferroviaria, por entenderse que incrementaría la "influencia corruptora" de los judíos en la vida pública. En esa atmósfera de intolerancia y cuando aún los ecos del crack bursátil no se habían apagado, en 1874 una nueva obra musical da cuenta al mundo de la alegría vienesa, Johan Strauss otra vez, estrena la opereta "El murciélago".
El desplome bursátil y los escándalos que lo siguieron, tuvieron a su vez otras consecuencias políticas. La más importante de ellas fue que minó las bases del liberalismo austríaco, que desde 1848 compartía el poder con la aristocracia y la burocracia imperial, siendo reemplazado por una nueva serie de "partidos de masas", que también van a estar presentes en Weimar treinta años después: la social democracia, el populismo social cristiano y el nacionalismo pangermánico. El concepto "partidos de masas" representó una novedad en la vida política del imperio, frente al liberalismo anterior, cuyas bases de sustentación fueron reducidas, estando limitadas a la población de habla alemana y a los judíos alemanes de clase media que habitaban los centros urbanos, siendo asociado por sus adversarios con el capitalismo cosmopolita, revelando una vez más el ancestral conflicto entre la kultur y la civilización.
Dos líderes de estos "partidos de masas" con su dialéctica y acción influenciaron al austríaco Adolf Hitler, según el mismo lo mencionó: Karl Lueger, varias veces alcalde de Viena, del Partido Social Cristiano, "un demagogo oportunista", quien hizo suyo el discurso antisemita, si bien más social y económico que fanático y doctrinario y Georg Ritter Von Schonerer, del Movimiento Nacionalista Alemán del Imperio de los Habsburgo, mucho más sectario que el anterior, quien rechazó los ideales iluministas, reemplazándolos por la voluntad de poder y a su vez no dudó en utilizar la coacción física como una forma de hacer política, hecho este último absolutamente novedoso. Schonerer sumaba además a estas dos características mencionadas un acendrado pangermanismo -que lo había llevado sesenta años antes del Anschluss a proclamar en el parlamento austríaco su anhelo de formar parte del Imperio Alemán- y un marcado rechazo hacia los eslavos del imperio, a quienes consideraba inferiores y bárbaros, frente a los alemanes ilustrados y culturalmente superiores.
En suma, pese a su intento de abolición de la historia a través de las apariencias, Francisco José no hizo más que poner en evidencia la falsedad y artificalidad que signaron la última parte de su reinado, llevándolo a la catástrofe que significó la derrota de 1918 y a la ruptura con el pasado, que representó el desmembramiento de un imperio que se había mantenido tanto tiempo en el poder que "parecía" encarnar la identidad nacional de un vasto y disímil conglomerado humano, lo que había sido la mejor garantía para su duración, la que por ello se suponía ilimitada en el tiempo.
A su vez creó la condiciones que dieron sustento a ideas políticas, las que en su momento no harían más que favorecer el desarrollo del drama alemán, que clausurando el ciclo liberal iniciado en Weimar, haría emerger a la faz de la tierra un nuevo Reich que pretendía durar mil años.-
2 comentarios:
Verdaderamente genial Hugo. Da gusto leer algo tan bien escrito y puesto en contexto.
estimadísimo Hugo, le pondré un enlace manana, como lectura recomendada para el fin de semana, un saludo grande y gracias!
Marcos: tienes razón (leí lo que escribes sobre este artículo en tu blog)!
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