El turista que llegue a Rusia interesado, entre otras cosas, en ver buena pintura, no será defraudado.
En efecto, en Moscú podrá visitar la Galería Tretiakov, que contiene la mayor colección particular de arte ruso en el mundo, la que fue donada a la ciudad de Moscú en 1892 por el comerciante P.M Tretiakov. Si por el contrario, el visitante quiere admirar buena pintura europea, puede visitar el Museo Pushkin de Bellas Artes, que se encuentra muy cerca del Kremlin y de la Plaza Roja, donde además de tener a su disposición importantes obras de los artistas más representativos desde el renacimiento italiano en adelante, no se puede dejar de remarcar el acervo de pintura francesa, especialmente impresionista y post impresionista, proveniente de las colecciones de los industriales textiles S. Shchukin y S. Morozov, las que fueran nacionalizadas después de 1917 por el gobierno revolucionario.
Pero será sin duda en San Petersburgo, donde sus afanes serán ampliamente recompensados al visitar el Museo del Ermitage. ¿Que podemos decir de esta pinacoteca? Pues nada más que es la mayor del mundo en su clase, y cuenta entre sus obras destacados trabajos de artistas europeos y rusos.
Sobre el Ermitage, permítasenos hacer antes que una detallada información acerca de las pinturas que guarda en su interior, un relato sobre sus orígenes y evolución, ya que en nuestra opinión tal desarrollo permite seguir le evolución política y social de Rusia desde los inicios del museo, durante el reinado de Catalina la Grande, hasta la actualidad.
El pequeño Ermitage -ermita del francés-, que alojó inicialmente los primeros cuadros de la colección, fue agregado al Palacio de Invierno por Catalina, como un lugar de reposo de la soberana, donde se retiraba a meditar y donde recibía a sus más íntimas relaciones. Resulta curiosa la actitud de estos soberanos que gustaban alejarse de los grandes palacios a espacios más pequeños. Sin embargo esta actiud no fue exclusiva de la zarina rusa, como puede verse en Versailles con el Gran Trianón de Luis XV o el Pequeño Trianón de María Antonieta y en Postdam con el "Sans Souci" de Federico de Prusia.
La primera gran compra de obras fue hecha por Catalina en 1764 en Europa; treinta años después el museo contaba en su acervo con 3900 obras de maestros de la pintura europea. Pero además Catalina envió a artesanos rusos a aprender las técnicas artísticas europeas, y fruto de ello fueron los trabajos al fresco existentes en las Logias de Rafael, que fueron copiados de sus originales vaticanos, volcadas a cartones y a partir de los mismos, reproducidas fielmente por artesanos rusos en las paredes del Ermitage.
Durante el reinado de Alejandro I (1801-1825), pese a la dificultades y esfuerzos que impusieron a Rusia las guerras napoleónicas, hubieron aportes significativos al patrimonio el museo.
Nicolás I (1825-1855), fue quien impulsó grandemente al Ermitage. Durante su reinado se profesionalizó la curadoría, que pasó a recomendar que obras adquirir, se confeccionó un inventario de las colecciones y se construyó especialmente para sede del museo el Nuevo Ermitage, al lado del pequeño de Catalina. El monumental edificio fue inaugurado en 1852. El mismo estuvo abierto al público, con algunas restricciones: funcionaba solo dos o tres horas por día, estaba cerrado los domingos y días festivos, y no podía visitarse durante el mediodía, ya que era la hora en que Nicolás visitaba personalmente el museo; el acceso al mismo solo podía efectuarse con frac para los hombres y traje de corte para las mujeres, lo que evidentemente dejaba afuera al grueso de la población, y como estaba al lado de las dependencias zaristas, los visitantes, por razones de seguridad, eran cuidadosamente estudiados previamente por la policía.
A fines del reinado de Alejandro II (1855-1881) se flexibilizó el acceso, ampliándose la base de visitantes.
Los reinados de los últimos Romanov Alejandro III y Nicolás II (1881-1917) encontraron al museo funcionando casi de manera independiente, y a pesar de que estos dos zares no mostraron tanto interés por el mismo como sus antecesores, el Ermitage fue siendo cada vez más popular, levantándose las restricciones para acceder al mismo, lo que hizo que en 1903 fuera visitado por 130.000 personas de la más variada condición social y nacionalidad.
Durante la revolución, el museo pasó por situaciones contradictorias: por un lado fue saqueado por los comunistas quienes vendieron en el mercado de arte internacional importantes obras de grandes maestros, hasta que en 1933 los conservadores del museo lograron poner fin a la mismas y por el otro su acervo se vio enriquecido por la incorporación de las magníficas colecciones de pintura de fines del siglo XIX y principios de XX, confiscadas a los ya mencionados industriales Shchukin y Morozov.
Los bombardeos alemanes durante la segunda guerra mundial afectaron enormemente al edificio, siendo reconstruído al término de la misma, pese a las duras condiciones que afectaban al país.
Hoy abre sus puertas al público con todo su esplendor, siendo el objetivo de sus actuales curadores llenar el vacío de obras de la pintura occidental correspondientes al período 1917-1970.-
1 comentario:
buenísimo, gracias querido Hugo! Te pondré un link el día domingo. Un abrazo!
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