"...En 1809, en Viena, el Barón de Trémont, un oficial francés, visitó a Beethoven en los tiempos de la ocupación napoleónica.
En sus memorias, recordó ese encuentro: "Yo lo admiraba y quería conocerlo, pero él no tenía ningún interés en recibir a un francés. Después de muchos intentos, por fin, accedió".
Tras hablar de su emoción por ir a la casa de Beethoven, el Barón describió cómo era el sitio donde componía:
"Imagínense el lugar más sucio y más desordenado que pueda concebirse: un viejo piano de cola con mucho polvo acumulado y sobre el cual había todo tipo de obras impresas y de manuscritos. Debajo del piano había un orinal sin vaciar. Al lado del piano, sobre una pequeña mesa de nogal, había un secreter medio desvencijado hecho con otra madera, con algunos de sus cajones entreabiertos. Por donde mirara, había hojas sueltas, más partituras y muchas plumas recubiertas de tinta. Comparadas con ellas, las plumas de taberna parecían relucientes...En las sillas, en su mayoría de mimbre, había platos con restos de comida, de la cena de la noche anterior o de más antigüedad, tal vez. Y ropas desparramadas también".
Para contradecir cualquier hipótesis que haga referencia a situaciones ideales, ahí, en ese cuarto desordenado, indecoroso, quizás maloliente y poco ventajoso para cualquier actividad creativa, en ese año, Beethoven escribió, entre otras obras más, el Concierto del emperador, el Cuarteto op.74 y la Obertura Egmont."
Pablo Kohan | LA NACION de hoy.-
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