Días atrás, Marcos Cattaneo me señalaba que percibía en la ópera una preeminencia del canto sobre la instrumentación. A continuación van unas líneas, en las que he tratado de sintetizar la evolución del tema, el que ha sido crucial en la historia del género.
"En verdad es una pena que en mis piezas teatrales no pueda hacer hablar a mis personajes como en la ópera: la diva a la izquierda y el tenor a la derecha cantando al mismo tiempo textos totalmente distintos y hasta contradictorios, mientras la música lo arregla todo"
George_Bernard_Shaw
Luego de los hitos fundacionales florentinos, a principios del iglo XVII la ópera se había establecido en el firmamento de las artes y comenzó a florecer como género musical, extendiéndose rápidamente hacia otras ciudades italianas como Roma, Mantua y Venecia.
En aquellos tiempos, y casi por tres siglos más, cada una de las ciudades italianas nombradas, era la capital de un estado independiente, pese a que en la actualidad hablamos de una "ópera italiana" en contraposición a la alemana o francesa, en el siglo XVII la ópera italiana se dividía en florentina, romana o veneciana, habiendo entre ellas diversas diferencias estilísticas, básicamente en la línea de canto.
Así, mientras la ópera florentina insistía en la línea recitativo-arioso, los oyentes de la ópera romana, seguramente influídos por los coros religiosos, querían más música que palabras.
En tal sentido, es importante destacar que la categorización como Aria de los momentos culminantes de ópera tuvo su orígen en Roma.
A diferencia del recitativo-arioso, el aria es una construcción esencialmente musical, trasponiéndose el orden de importancia: es la música la que determina la línea sonora y no las palabras, como sostenían los florentinos.
La polémica se había instalado, pero no concluiría allí ni se daría solo en Italia, estando presente durante toda la historia musical europea hasta el siglo XX.
Richard_Strauss, cuando estaba componiendo la ópera "Capriccio", basada en otra del contemporáneo de Mozart, Antonio_Salieri, y titulada precisamente "Prima la música e poi le parole", no pudiendo decidirse por que priorizar -al igual que la protagonista la condesa Madelaine, quien duda a que pretendiente elegir si al poeta Olivier o al músico Flamand, sin hacerlo finalmente por ninguno de los dos- hace un estado de la cuestión, en una carta dirigida el 15 de mayo de 1939 a Joseph Gregor, el primer libretista de Capriccio, sintetizándolo con estas palabras:
"...primero las palabras, luego la música (Wagner) o primero la música, luego las palabras (Verdi), o bien solo palabras, nada de música (Goethe, n. del .e: ¿lo que dejaría a la ópera fuera como género, refiriéndose solo al teatro hablado?), o solo música, fuera las palabras (Mozart) solo por exponerlo con la concisión de los lemas; puesto que entre ellos se dan muchos matices y criterios intermedios"
Sin perjuicio de lo esquemática de la clasificación, un aspecto de la misma se torna manifiesto: los alemanes estuvieron más cerca de los postulados originales florentinos, mientras que Verdi fue el continuador de la tradición iniciada con Monteverdi, hasta que el Verismo post-romántico de fines del siglo XIX y comienzos del XX, cual vuelta a las fuentes, retornó al arioso.-
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