Alfonsín: "Decime, ¿que quiere decir ser radical K?"
Interlocutor: "Doctor: Kirchner nos da una segunda oportunidad para pelearnos con los curas, con los militares, con la Rural, con los Estados Unidos...Los radicales K somos alfonsinistas que recuperamos el vigor sexual..."
Cita de Carlos Pagni en Enfoques de La Nación del 31-10-2010, página 4.-
"Esta república solo evitará la anarquía cuando la emoción que despiertan los caudillos, las despierten las leyes" (Bartolomé Mitre)
Idem anterior
"Somos peronistas, siempre estamos en medio del pueblo y del tumulto. No vamos a cambiar justo ahora"
Cristina F. de Kirchner, La Nación de ayer, página 8.-
Con menos de dos años de diferencia, las exequias de dos ex presidentes -Alfonsín, radical y Kirchner, peronista- han suscitado impensables -antes de las mismas- muestras de dolor ciudadano, como se pudo comprobar en las exequias de ambos, las que vinieron a sumarse a las del general Perón en 1974, que recuerdo, las de su esposa Eva Perón en 1952, cuando era yo un recién nacido- y las del ex presidente radical Hipólito Yrigoyen, ocurrida en 1932 y solo dos años después de haber sido derrocado por el primer golpe militar de la historia de la Argentina y saqueada por la turba su humilde casa de la calle Brasil, en el barrio de Constitución.
A diferencia de Mariano Grondona, que sostuvo en su último programa -refiriéndose a las exequias del ex presidente Kirchner- que mucha gente asiste a estos eventos por el afán de ser visto, pobre conclusión para un analista político y más propia de un cronista social, decidí interrogar a nuestra historia, a fin de tratar de obtener una respuesta que explique el porqué del fenómeno popular comentado.
La respuesta que obtuve fue: porque todos eran líderes populistas, lo que me lleva a un corolario: la anormalidad argentina es -por lo menos desde la instalación de "la república verdadera" en 1916 con la llegada de Yrigoyen al poder- el republicanismo, no el populismo.
Veamos:
A Yrigoyen lo sucedió en 1922 un republicano cabal, Marcelo T de Alvear; sin embargo, su muerte, ocurida en 1942, no sucitó las expresiones populares que acompañaron el féretro de Yrigoyen, ni su nombre está incluído en el "panteón radical", que solo cuenta con los del fundador del partido y tío de Yrigoyen, Leandro N Alem y el del propio Yrgoyen. Vaya ingratitud para quien, con sus errores, establecido cómodamente en las afueras de París, decide regresar al país para ponerse al frente de un radicalismo proscritpo y perseguido, lo que le significará conocer la cárcel en su ancianidad y perder su fortuna personal en la empresa de recuperación del partido.
Otro republicano, Roberto M. Ortiz, radical alvearista, quien llegó a la presidencia con el fraude electoral, pero que estaba dispuesto a acabar con el, como se vio al anular por ese motivo en 1940 las cruciales elecciones de la provincia de Buenos Aires, debió alejarse poco después del poder aquejado de una incipiente ceguera, falleciendo también en 1942, sin suscitar tampoco grandes muestras de pesar.
Más tarde, y si bien con la debilidad de haber sido consagrados presidentes con el peronismo proscripto, las muertes de otros dos presidentes republicanos, la del radical Arturo Illia ocurrida en 1983 y la del desarrollista Arturo Frondizi en 1995, tampoco generaron las muestras de pesar popular que acompañaron a las desapariciones de Yrigoyen, Perón y su esposa, Alfonsín y Kirchner.
La conclusión parece obvia: los argentinos valoran mayoritariamente los liderazgos populistas antes que los republicanos, aún con sus defectos, y a quienes no lo entiendan así, les quedan como evidencia los últimos ochenta años de historia del país.-
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