Hay sentidos que evocan sensaciones más particulares que otros, por ejemplo el olfato, el gusto y el oído.
Con respecto al gusto, últimamente se ha puesto de moda la emisión de los más sorprendentes juicios con respecto a los vinos, del tipo: gusto a frutos tropicales, o a flores de la pradera, a cuero; hasta en un champagne se dice en la etiqueta posterior que deja un regusto final a manteca...
Pero si los vinos tienen lo suyo, la música no le va en zaga.
El compositor francés Arthur Honegger (1802-1955) que integró el grupo de compositores conocido como Les Six (Darius Milhaud, Francis Poulenc, Germaine Taillaferre, Georges Auric, y Luis Durey), quienes se sentían afines a la obra irreverente de Erik Satie, mayor que ellos, y los unía también el rechazo a Debussy, en la búsqueda de una música menos "seria"
Una de las obras más difundidas de Honegger es "Pacífico 231".
Un crítico evocó al oírla, incluso los olores del mar abierto.
La realidad fue que Honegger, hombre del siglo XX y amante de las máquinas y la velocidad -como los futuristas italianos- intentó captar en la composición comentada a una máquina de ferrocarril del tipo "Pacífico" número 231, utilizada para correr trenes de cargas pesadas a gran velocidad...
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