En la edición del pasado 20 de junio Pablo Gianera comenta en adn cultura La Nación algunos aspectos de la obra de Misha Aster "La orquesta del Reich. La filarmónica de Berlín y el nacionalsocialismo"
Como yo no leí el libro completo, me voy a a detener solo en algunas de las observaciones publicadas en la nota de Gianera, a partir de las cuales se pretende sostener una teoría, que parecería intentar justificar el título de la obra comentada.
Así por ejemplo, señala como "revelación inquietante" que la celebérrima orquesta se encontraba "al borde de la quiebra" cuando Hitler ascendió al poder . Parece olvidarse el entorno económico-social en que Alemania -la post-hiperinflación- y el mundo se encontraba en esa época -La Gran Depresión- que hacía que hasta el Met neoyorquino tuviera problemas económicos.
Paso por alto el relato referido a la animadversión mutua entre Furtwängler y von Karajan por ser un hecho conocido, como así también el progresivo distanciamiento del régimen nazi por parte del primero de los directores, hecho al que me referí en este blog el 24 de marzo pasado, en el post "Furtwängler renace de la mano de Barenboim".
En cuanto a que del conteo de autores de las temporadas de conciertos entre 1933 y 1945 -predominaron los austro-alemanes con Beethoven a la cabeza- se pretenda establecer que primaba un criterio nacionalista y de compositores clásicos que "exhibía...la pasión musical de varios miembros del partido nazi", admito que sin efectuar ninguna tarea similar, y considerando solo el gusto musical de la época, es altamente probable que las orquestas del mismo nivel que la berlinesa tocaran contemporáneamente un repertorio sinfónico similar, lo que no hace más que poner en evidencia lo que significó la escuela austro-alemana en el desarrollo de la música occidental. Ratifica esta línea argumental el hecho que el mismo Gianera reconoce que Tchaikowski era la única excepción en la orquesta berlinesa, pese, agrego, a que desde 1941 Alemania y Rusia estaban en guerra.
Con respecto a los excluídos de la programación por su condición de judíos como Mendelsohn y Mahler, creo que no se puede ser categórico al respecto, especialmente en el caso del segundo, ya que después de su muerte, su música entró en un progresivo letargo -probablemente por su complejidad, extensión y densidad- de la que fue rescatada luego de la segunda guerra mundial por Leonard Bernstein, el que en palabras del crítico musical del New York Times Harold Schönberg en su obra "Los virtuosos" "...fue casi el único responsable del renacimiento de la música de Mahler..."
Y en lo que hace a los atonales como Schönberg y Berg, aún asumiendo la condición de judío del primero, su exclusión del repertorio más parece estar vinculada como se señala "...por cultivar una estética "degenerada"..." No obstante lo expuesto, es importante remarcar que en el período analizado, la atonalidad no despertaba tampoco ningún entusiasmo por ejemplo en un director tan eminente como Bruno Walter -quien debido a su condición de judío debió abandonar Alemania- el que, como lo señala el crítico mencionado en otra de sus obras "Los grandes directores", "...Realizó un esfuerzo para comprender la escuela atonal , pero renunció con repugnancia: ¿Acaso los santuarios donde oré y sacrifiqué la vida entera están en ruinas?..."
Por último. la cuestión acerca de que ambos -régimen y orquesta- "mantuvieron una relación de mutuo beneficio" me parece bastante más compleja de dilucidar que los ejemplos aportados.-
2 comentarios:
Se ve que ese artículo te dejó varias cosas en el tintero Hurini.
Yo solo puedo acotar que Alemania y la URSS estaban en guerra desde 1941, y que Iván se disgusta cuando uno recuerda la condición de nazi afiliado de Karajan: enseguida lo justifica, creyendo que así lo niega.
marcos: gracias por la fecha, ya lo corrijo...
parece que el post no fue tan claro como pensaba, ya que precisamente me parecía que no había dejado nada en el tintero...
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