Tres reflexiones:
Una: la pregunta ordenadora del voto gira en torno del desempeño presidencial de Milei, ya no sobre el pasado kirchnerista, aunque ese recuerdo este vivo y siga influyendo.
Si gana será mérito suyo; si pierde, habrá sido su responsabilidad.
Se hablará mucho menos de una victoria peronista, que de una derrota del Gobierno.
Dos: la composición del Congreso no variará en su esencia. Nadie tendrá mayoría, la primera minoría será el peronismo y LLA, que será la fuerza que sumará más bancas, podrá alcanzar un tercio de Diputados con los buenos oficios de los más cercanos.
Pero esta es una elección en dos fases, una se revelará el 26 de octubre con el escrutinio, y la otra tendrá lugar a partir de entonces, con la administración que haga Milei del resultado, como gestiona la nueva realidad, cuánto amplía su base de sustentación para completar con negociación política lo que las urnas no le van a terminar de aportar.
Tres: en cualquier circunstancia, triunfo o derrota, el Presidente deberá avanzar en un profundo reseteo de su esquema de alianzas con gobernadores y legisladores para avanzar con las reformas que se propone y no solamente defender vetos con un tercio del Congreso; introducir una reformulación de su gabinete y de su esquema de poder para superar las internas y contar con un mecanismo virtuoso de toma de decisiones; y ajustar el plan económico, no sólo para estabilizar el sistema monetario sino para dar el salto de la etapa fiscal a la productiva.
Sin estas redefiniciones, las elecciones perderán su sentido más profundo y su expresión cívica quedará diluida otra vez en el vasto valle del desencanto.
JORGE LIOTTI, LA NACIÓN, HOY
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