"CONFIESO QUE JAMÁS HE PODIDO EVITAR SENTIR UNA ADMIRACIÓN EXCLUSIVA POR ESE PUEBLO, QUE CONQUISTÓ A SUS CONQUISTADORES, CUYOS ANALES SE REMONTAN INDISCUTIBLEMENTE A UNA ÉPOCA MUCHO MÁS ANTIGUA QUE LOS TIEMPOS MITOLÓGICOS O BÍBLICOS; QUE POR SUS INSTITUCIONES INMUTABLES, HA CONSERVADO LA INTEGRIDAD DE SU TERRITORIO, CUYOS MONUMENTOS SON GIGANTESCOS, CUYA ADMIRACIÓN ES PERFECTA, EN EL CUAL LAS REVOLUCIONES SON IMPOSIBLES, QUE HA JUZGADO EL BELLO IDEAL COMO UN PRINCIPIO DE ARTE ESTÉRIL, QUE HA ELEVADO EL LUJO Y LA INDUSTRIA A UN TAN ALTO GRADO QUE EN NINGÚN PUNTO PODEMOS NOSOTROS SOBREPASARLO, MIENTRAS QUE NOS IGUALA EN AQUELLO QUE NOS CREEMOS SUPERIORES"
Honorato de Balzac, "La interdicción", París, febrero de 1836.-
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