Sin referir a nadie que pudiera ser identificado, Coleridge, agudo, incisivo y ácido, dedicó uno de sus epigramas al anónimo cantor voluntario. Tan cruel como admirable, escribió: "Los cisnes cantan antes de morir. No estaría mal que ciertas personas murieran antes de cantar".
PABLO KOHAN, LA NACIÓN DEL 17 DE ABRIL DE 2017.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario