La crisis económica desatada en los mercados mundiales hace más de un año, ha puesto a Europa en una encrucijada, en lo que hace a las relaciones de poder dentro y fuera del bloque de países que componen la Unión Europea.
Hasta hace poco, España aspiraba a superar a Italia -miembro fundador del bloque- en lo que se refería al valor de su producto bruto interno (pbi), para disputarle así su asiento en el G-8 y en G-20 a donde la Madre patria asiste en calidad de colada y a lo que seguro -como Felipe II a invadir Inglaterra, y no precisamente por culpa de los elementos climáticos- deberá renunciar luego de la fuerte caída experimentada por la economía hispana.
En lo que hace a Italia, el premier Silvio Berrlusconi acaba de incluír a la economía de su país dentro de las tres más grandes de la unión, junto con Alemania y Francia sin tner en cuenta que el Reino Unido, que no integra la zona del euro, tenía según datos de 2008 un pbi ligeramente superior al francés y 20% mayor al italiano, por lo que lo manifestado por el premier italiano parecería ser otro de sus exhabruptos mediáticos a los que es tan afecto.
Pero donde seguramente habrá más ruidos será en el grupo de países más pequeños.
Este proceso parece ya haberse iniciado con la degradación reciente de la deuda soberana griega, que ha caído por debajo del rango psicológico de A, siguiendo a Islandia, y quedando ahora en BBB+, apenas por encima de países de Europa del este como Rusia, Lituania y Croacia calificados como BBB.
El caso griego no parece ser ni el primero ni el último de los que probablemente veremos de ahora en más.
Así, por ejemplo, se espera que el déficit de Irlanda alcance el 11% del pbi durante el año en curso y la tasa de desocupación un 14%.
En lo que se refiere a los miembros de la Unión ubicados en Europa Oriental, con Austria a la cabeza, cabe recordar que los bancos de este país prestaron a sus vecinos comunitarios una cifra de alrededor dos veces el pbi austríaco, lo que frente a la contracción de sus economías hace virtualmente improbable su devolución en tiempo y forma. Poco se habla de este tema, pero vale la pena recordar que si se opta por hacer lo mismo que hizo Japón con las deudas incobrables de su bancos en la década del 90 -nada- eso le costó al país asiático una década de estancamiento económico.
Finalmente, subyace en la eurozona un problema preexistente a la crisis, y que sin duda esta ha agravado: el déficit fiscal de muchos de sus miembros -incluso en los más grandes como Francia- originado en los sistemas previsionales nacionales fuertemente desbalanceados por una mezcla de mayor esperanza de vida y menores cantidad de cotizantes, que además han disminuído al dispararse el desempleo.
Lo expuesto precedentemente es de capital importancia, ya que sin posibilidades de devaluar, las políticas fiscales de los países de la zona del euro son claves en el desarrollo y evolución de la presente crisis
De la manera en que cada miembro de la Unión resuelva los problemas económicos y sociales emergentes de la crisis dependerá la representatividad y peso futuro de los mismos dentro de la estructura comunitaria, ya que a estas alturas parece claro que -a diferencia de Washington- tanto Bruselas en lo que hace a los desequilibrios fiscales como el Banco Central Europeo en lo que hace a la expansión monetaria han carecido de una estrategia común para hacer frente a la misma, quedando ambas a cargo de los respectivos países, lo que abre dudas acerca de la viabilidad futura de un escenario en que el euro dispute al dólar americano su lugar como moneda internacional.-
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