Días pasados, en el canal F&A vi la ópera Madame Butterfly de Giacomo Puccini, en una versión fílmica realizada por Frèdèric Mitterand, sobrino del ex presidente francés y recientemente designado Secretario de Cultura del país galo por el presidente Sarkozy.
Fue entonces que caí en la cuenta del paralelismo existente entre dos de las más entrañables criaturas protagónicas de la ópera: la verdiana Violeta Valery de La Traviata y la pucciniana Cio-Cio-San de Madame Butterfly.
En efecto, a ambas se les pide un sacrificio redentor, que las redimirá social y moralmente y, curiosamente es el barítono el encargado de solicitárselos.
Así, Giorgio Germont, el provinciano y atribulado padre de Alfredo, debido a las correrías de su hijo por el mundo parisino de las cortesanas, se presenta con todo su desprecio ante Violeta y en el aria "Pura siccome un angelo" le cuenta que el casamiento de su jóven y virginal hija -la antítesis de Violeta- en la Provenza corre peligro por la vida disipada de Alfredo, quien convive con Violeta en una casa de campo en las afueras de París, sin estar casados, por lo que, para salvar el honor familiar y evitar que la boda no se consagre, le pide il sacrifizio: que renuncie a su hijo y amante, Alfredo, a lo que Violeta desgarrada, accede.
A su vez, es el cónsul Sharpless el que le pide a Cio-Cio-San que le entregue el hijo de tres años que ha tenido con el marino Benjamín Franklin Pinkerton a la esposa norteamericana de éste, con quien el se ha casado con posterioridad al idilio con la jóven japonesa, por ser lo mejor para el niño y su futuro, a lo que la jovencita japonesa de diecicocho años, desconsolada, presta su conformidad, con la condición que sea Pinkerton quien pase a buscarlo, para luego cometer suicidio ritual, ya que deben morir con honor quienes no han vivido con honor...
Curiosamente, ambos compositores al someter a sus heroínas al sacrificio redentor, parecen encarar la moral victoriana de la época, pese a la distancia en el tiempo en que las dos óperas fueron estrenadas -La Traviata en 1853 y Madame Butterfly en 1904- si bien los dos fueron, en su época, lo que hoy llamaríamos transgresores.
En efecto, Giuseppe Verdi (1813-1901), viudo de su primera esposa, convivió con Giuseppina Strepponi sin estar casados y en medio de todo tipo de habladurías desde 1847 hasta 1859, en que formalizaron su relación, uniéndose en santo matrimonio en una ceremonia íntima.
Giacomo Puccini (1858-1924) a su vez se enamoró de Elvira Bonturi-Geminiani, esposa de un compañero de escuela del músico, y al que ella abandonó con una hija de ambos, para irse a vivir con Puccini, teniendo con el un hijo sin estar casados, lo que ocurrió recién cuando murió el primer marido de Elvira.-
1 comentario:
qué interesante Hugo!
muchas gracias!
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