Los antiguos arquitectos y constructores griegos, además de tener el don de la belleza y la proporción, eran prácticos.
Cuando construían con columnas, raramente éstas eran de una sola pieza, como el caso del Templo de Apolo en Corinto.
Lo usual era que el fuste estuviera seccionado.
Horadaban de forma cúbica el centro de la basa -el orden dórico carecía de ella-, cada cara de las secciones del fuste y la base del capitel.
Al armar las columnas en su emplazamiento, insertaban a presión un trozo de plomo en los cubos cavados, lo que al tiempo que mantenía unidos todos los elementos de la columna -base, fuste y capitel-, al ser un metal blando, permitía que, en caso de temblores del suelo, la estructura pudiera soportar oscilaciones de hasta 30 grados.-
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