martes, 22 de mayo de 2012

KEYNES ESTÁ DE MODA

Desde el crac bursátil de 2008, y más aún, desde el estallido de la eurocrisis, cada vez más se habla de Keynes.

Mi impresión es, lamentablemente, que muchos de los que hablan del gran economista, nunca leyeron su  Teoría General, y que, de los pocos que la leyeron, muchos no la entendieron...

Vaya esta introducción, a propósito de una  nota publicada la semana pasada en The Wall Street Journal Américas, titulada "Las políticas de estímulo siguen fracasando"

Como todos los lectores del blog conocen, siempre trato de centrarme en los argumentos,  no en el argumentador, sin embargo no pudo dejar de soslayar que el autor de la misma, Robert J Barro, es profesor de la Universidad de Stanford y miembro de la Hoover_Institution, por lo que resulta, por lo menos para mi, sorprendente que, alguien vinculado a una institución, cuyo patrono, por su falta de visión económica, fue el responsable de la mayor crisis sufrida por el capitalismo mundial, critique al modelo keynesiano, que precisamente fue el que sacó a los Estados Unidos y al mundo de la deflación al que lo habían llevado HooverChurchill y otros bienpensantes.

Yendo al articulo en cuestión, la tesis de Barro es que el débil crecimiento de Estados Unidos y Europa, pese a los estímulos presupuestarios de los gobiernos para impulsarlo, estarían indicando el fracaso de tal política "keynesiana", a la par que señala que algunos economistas keynesianos -Krugman, por ejemplo- sostienen que precisamente la falta de resultados es consecuencia de que los estímulos no fueron lo suficientemente grandes, lo que le parece "peligrosamente inestable", porque como en dos años no se obtuvieron resultados, "la política aconseja asumir déficits mayores".

En lo que hace a los Estados Unidos, esperar resultados de los estímulos en solo dos años, cuando a los republicanos les tomó ocho años dejar a la economía del país a fines de 2008 a merced de la segunda crisis económica más grave de su historia, pese a haberla recibido con superávit fiscal por parte de la administarción demócrtata de Bill Clinton, me exime de mayores comentarios.

Para ratificar su tesis, pasa a analizar lo ocurrido con Alemania y Suecia "cada uno de los cuales se movió hacia un equilibrio presupuestario entre 2009 y 2011, al tiempo que mantenían un crecimiento comparativamente fuerte"

Paradojalmente, lo que hicieron estos dos países fue típicamente keynesiano: cuando aún el ciclo económico era favorable ahorraron.

El problema precisamente ocurre cuando los países se encuentran en medio de una crisis, y carecen, por la irresponsabilidad de sus gobernantes, no de Keynes, de los ahorros para gastar y moriger sus efectos. La Argentina hoy, por ejemplo.

No se puede considerar  a Keynes atemporalmente como lo hace Barro. Escribió su Teoría general para un momento dado de la economía inglesa y mundial, donde prevalecía la deflación, con sus secuelas políticas y sociales, como el advenimiento del nazismo.

Desafío al señor Barro o a cualquier lector a que me diga en que página de la obra hay una mención  a aplicar políticas expansivas (aumento del gasto público) durante la parte expansiva del ciclo económico (cuando la economía crece):   

"Con un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de sus conciudadanos" (John Maynard Keynes)

Para ratificar su tesis, Barro utiliza erróneamente, el caso japonés: cuando todos saben que Japón está como está, no por el modelo keynesiano, sino que sus dos décadas perdidas, de bajo crecimiento económico, se debieron a la política seguida por distintos gobiernos de endeudamiento público para salvar a los bancos, luego de la explosión de la burbuja inmobiliaria nipona de fines de la década de 1980.

Lo mismo que hizo Irlanda hace poco...

Para concluír, en medio de este debate entre austeridad o estímulo, se juega algo más importante que meras teorías económicas, se juega el futuro político de Europa.

Habrá que pensar, como Keynes en su momento, de manera política, no solo económica, es decir habrá que actuar pensando no en lo mejor, sino en el "mientras tanto"...



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