domingo, 21 de agosto de 2011

BEIJING Y SUS DOS MURALLAS

Al hablar de China resulta imposible no asociarla a la Gran_Muralla, vasta trama defensiva que va siguiendo la orografía el terreno, de  2200 años de antigüedad y 6000 kilómetros de longitud, en cuya construcción se calcula que trabajaron entre 3 y 10 millones de hombres durante cuarenta años, quienes al morir, debido a la ausencia de necrópolis, se supone que sus cadáveres fueron incorporados a la tierra apisonada, la que, cubierta luego por piedras, fue la base de la obra. 

Si bien recientemente -en mayo de 2004- la NASA admitió que la declaración del astronauta Neil Armstrong, en el sentido que desde la luna la única obra del hombre visible era ésta, era errónea y que lo visto correspondía en realidad a un tramo de río que corre entre las montañas y que la Gran Muralla solo se podía ver desde el espacio con la ayuda de un telescopio, ello no fue óbice para que fuera incluida entre Las_Nuevas_Siete_Maravillas_del_Mundo_Moderno siguiendo a la declaración hecha por parte de la UNESCO en 1987 consagrándola como Patrimonio de la Humanidad.

Las mejores vistas panorámicas se obtienen desde Badaling, 60 kilómetros al norte de Beijing.

Pero también en Beijing hay otra muralla, o por lo menos así me pareció, pero ésta no fue dirigida contra los pueblos extranjeros vecinos, sino contra los propios habitantes de la ciudad: me refiero a la Ciudad_Prohibida, vasto conjunto de construcciones llevado a cabo por la dinastía Ming y culminado en 1420, de 73 hectáreas de superficie y 9999 habitaciones -el número 9 está siempre presente por ser el más grande para los chinos y solo el emperador era digno de acceder a él: desde la puerta meridional hasta el dormitorio del emperador se traspasan 9 puertas, las que tienen 9 hileras de 9 clavos cada una- en medio de bellísimos jardines. Inspirada en modelos arquitectónicos chinos antiguos, constituye la obra más perfecta, refinada y mejor conservada del arte imperial chino. Reabierta al público en 1949, fue declarada también en 1987 por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Pocos conjuntos monumentales representan como éste tan claramente la separación entre el poder imperial y los comunes mortales: no una sino dos murallas con fosos separaban al emperador de sus súbditos.

Durante cinco siglos, con las dos últimas dinastías Ming y Quing, fue la sede de la corte imperial y del poder supremo en China. Pero además se trata de un acabado ejemplo de arquitectura con utilización política, lo que se evidencia, por ejemplo, en el color -imperial- amarillo de las tejas de los tejados.

De entre todos sus edificios se destaca el Palacio de la Suprema Armonía, el corazón de toda la estructura edilicia. Una calzada de mármol blanco conduce hasta la Puerta de la Suprema Armonía que abre al deslumbrante Salón_de_la_suprema_armonia. Construído en madera, tiene 14 metros de ancho, 37 de largo y un techo de 30 metros de altura, sostenido por 84 pilares de un metro de diámetro cada uno, que le dan al conjunto una solidez espectacular. Allí se halla el trono principal del emperador, conocido como "Trono del dragón", detrás del cual, oculta por una cortina, la intrigante emperatriz Cixi ordenaba y regía China a través de su jóven nieto "El_último_emperador" .

Vaya paradoja: Mientras que en el pasado los ciudadanos comunes tenían prohibido el acceso a la ciudad -de ahí su nombre- bajo la amenaza de la pena de muerte, hoy puede ser recorrido -previo pago de la entrada correspondiente- por cualquier mortal, chino o extranjero...

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