lunes, 15 de marzo de 2010

DOS ESTRAGOS, LA MISMA VÍCTIMA - PRIMERA PARTE

A pedido de Iván, Jorge y Federico, y a ellos dedicado


De chico no fui travieso -de grande tampoco-, pero vaya a saber porque insondables designios, los dos únicos estragos que perpetré entre los 10 y los 16 años tuvieron como víctima la casa del querido Don Rafael Bedoya, que se encontraba enfrente de la nuestra, en la calle Del valle, de Burzaco, ciudad situada sobre las vías del Ferrocarril Roca, a 21 kmtrs al sur de la Capital .

Estrago 1:

Así como cuando era más chico, me llamaba la atención llenar un balde de kerosene, con los resultados que algunos conocen, cuando tenía 10 años había cambiado de gustos por las alturas.

En las casas con terraza de mis parientes -nosotros vivíamos en un chalet de tejas-, yo dejaba cualquier diversión, juguete o juego, para subir por las escaleras hasta allí y contemplar todo lo que mi vista alcanzaba desde esas alturas.

La casa de Don Rafael, había sido una de las primeras en construírse en el barrio, al punto que mi padre la recordaba de cuando el era chico. Era un antiguo cottage con techo de tejas francesas y planos inclinados y altos. En la parte de atrás había sido ampliada con una sala de estar con chimenea, con vista al jardín posterior. Esa parte había sido techada con una losa alquitranada, que terminaba justo al borde de donde comenzaba el empinado tejado.

Si bien no era una terraza estrictamente hablando, por motivos que ignoro y que a la postre resultaron fatales, había una escalera de pintor siempre apoyada sobre el borde de ella.

Un día en que yo estaba de visita, ver la escalera y entrarme ganas de subir a la losa fue todo uno.

Una vez allí arriba, el empinado tejado me atrajo como el Monte Everest, y allí comencé a trepar por el con miras a llegar a la cumbrera.

Como dije, la casa era vieja, y si bien yo no pesaba demasiado a los 10 años, a poco de caminar por las tejas una se hundió, con cierto estruendo, al quebrarse una de las maderas sobre la que se asentaba, dejando un boquete en el tejado.

Esperé un momento, y como nada pasó, baje y me fui a mi casa, no sin antes "embarrar" la escena del crímen, colocando dentro del boquete una piedra que tomé del jardín, para que pareciera que su caída allí, tirada vaya a saber por quien, era el motivo de la rotura. Advertirán que mi conducta fue completamente distinta a la del kerosene: ya había dejado la edad de la inocencia...

Pasaron unos días y al mirar Don Rafael a su tejado desde el jardín trasero, vio el boquete y comenzó a analizar lo que había ocurrido. En primer lugar reconoció la piedra que yo había puesto en el entretecho, en segundo lugar comenzó a pensar como había llegado allí, advirtiendo que igual con su peso solo podría haber roto la teja, pero no la madera también, recordó mi visita y mi gusto por las alturas y llegó a la conclusión que yo la había puesto, luego de pisar y romper el tejado.

El paso siguiente era probar la verosimilitud de su razonamiento.

El tiempo transcurría y no había noticias de enfrente. Un día el y su esposa Julia me invitaron a su casa a tomar el té, y en la ocasión fui interrogado cortesmente, hasta que de mi sacaron la verdad.

La cosa quedó entre nosotros tres, y mis padres nunca se enteraron.

Casi cincuenta años más tarde, cuando visito la casa de una amiga de la infancia cuyo terreno contiguo a la casa de Don Rafael -ahora la ocupa su nieto mayor Marcelo y su familia- es más largo, y estamos sentados bajo la pérgola, puedo ver desde allí en el tejado vecino una teja de distinto color a las demás con restos de mampostería a su alrededor, cuyo motivo yo soy, ahora, el único que lo conoce.-

13 comentarios:

Jorge S. King dijo...

Muchas gracias Hugo. Buenísimo el recuerdo y la historia,..que gente la de aquellos tiempos ¿verdad?.

hugo dijo...

la gente y los tiempos, ¿no jorge?

pensar que estábamos tan bien y no nos dábamos cuenta!!!

Jorge S. King dijo...

Tal cual Hugo.

koppieop dijo...

Hugo, ¿dónde está el relato del kerosene derramado? No lo encuentro, y quisiera releerlo.
¡Muy contento con esta historia como dedicatoria, gracias!
Federico

hugo dijo...

federico diculpame, pero lo borré...

había salido como respuesta a un pedido de un blogger hecho en un post que no tenía nada que ver con el tema.

para no acumular tantos posts, voy borrando la semana siguiente aquellos que considero que "caducan" de alguna manera, ya sea porque el tema que comentaban fue evolucionando o lisa y llanamente porque dejó de mencionarse, y eso fue lo que pasó con el que tenía el relato del kerosene..

este y su continuación van a quedar archivados en "historias familiares y personales"

para el futuro, si te interesa en especial algún post o comentario en post que no tenga etiqueta, avisame, así lo etiqueto y queda archivado.-

Anónimo dijo...

Muy bueno Hugo. Recién ahora venís a confesar tus crímenes, igual eras inimputable jaja.

hugo dijo...

más vale tarde que nunca iván!!!

koppieop dijo...

No importa, Hugo. Igualmente me acuerdo de la esencia del episodio.
Federico

koppieop dijo...

No importa, Hugo. Igualmente me acuerdo de la esencia del episodio.
Federico

Marta Salazar dijo...

Hugo! qué buena tu historia real!

si yo hubiera estado en el lugar de don Rafael, habría pensado que fue un meteorito... que la piedra había sido un meteorito!

esperamos más!!!

Viste! por qué tienes que borrar los post! vas a tener que escribirlo de nuevo! (el del kerosene; si lo haces, escribo de cómo casi quemé mi casa)

hugo dijo...

yo quise que pensara lo mismo que vos marta, que la piedra había caído del cielo, trirada sabe Dios porquien, pero como decimos aquí con respecto a la sagacidad de don rafael y la piedra: el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo...

contanos tu historia!!!

en compensación por haber borrado el del kerosene, hay una segunda historia que también involucra a don rafael, a publicar en breve...

koppieop dijo...

No hay borrón que por historia nueva no venga. Dos relatos, como si fuera poco. Ya me estoy limpiando las gafas.
Federico

Marta Salazar dijo...

me uno a Federico!